A veces me detengo en la orilla,
Donde las penas vierten sus flujos,
Y las aguas turbulentas suspiran y se quejan
de secretos que no se atreven a confesar.
Desde las simas profundas de valles sin nombres,
y desde colinas y llanuras que ningún mortal ha hollado,
la mística marejada y el áspero oleaje
sugieren como taumaturgos malditos
un millar de horrores, henchidos por el temor
que ya contemplaron épocas hace tiempo olvidadas.
¡Oh vientos salados que tristemente barréis
las desnudas regiones abisales;
Oh pálidas olas salvajes, que recordáis
el caos que la Tierra ha dejado tras de sí;
Una sola cosa os pido:
Guardad por siempre vuestro antiguo saber!
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