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Solo vine a hablar por teléfono - Gabriel García Márquez

Solo vine a hablar por teléfono - Gabriel García Márquez

Una tarde de lluvias primaverales, cuando viajaba sola hacia Barcelona conduciendo un coche alquilado, María de la Luz Cervantes sufrió una avería en el desierto de los Monegros. Era una mexicana de veintisiete años, bonita y seria, que años antes había tenido un cierto nombre como artista de variedades. Estaba casada con un prestidigitador de salón, con quien iba a reunirse aquel día después de visitar a unos parientes en Zaragoza. Al cabo de una hora de señas desesperadas a los automóviles y …

La Pradera - Ray Bradbury

La Pradera - Ray Bradbury

—George me gustaría que le echaras un ojo al cuarto de jugar de los niños. —¿Qué le pasa? —No lo sé. —Pues bien, ¿y entonces? —Sólo quiero que le eches una ojeada, o que llames a un psicólogo para que se la eche. —¿Y qué necesidad tiene un cuarto de jugar de un psicólogo? —Lo sabes perfectamente —su mujer se detuvo en el centro de la cocina y contempló uno de los fogones, que en ese momento estaba hirviendo sopa para cuatro personas—. Sólo es que ese cuarto ahora es diferente de como era antes.…

La Piedra Negra - Robert E. Howard

La Piedra Negra - Robert E. Howard

Dicen que cosas horribles de Antaño todavía acechan En los rincones oscuros y olvidados del mundo. Y algunas noches las Puertas se abren para liberar Seres enjaulados en el Infierno. (Justin Geoffrey)

Los ojos de Lina - Clemente Palma

Los ojos de Lina - Clemente Palma

El teniente Jym de la Armada inglesa era nues­tro amigo. Cuando entró en la Compañía Inglesa de Vapores le veíamos cada mes y pasábamos una o dos noches con él en alegre francachela. Jym había pasado gran parte de su juventud en Norue­ga, y era un insigne bebedor de wisky y de ajenjo; bajo la acción de estos licores le daba por cantar con voz estentórea lindas baladas escandinavas, que después nos traducía. Una tarde fuimos a despedirnos de él a su camarote, pues al día si­guiente zarpaba el va…